Toros y Circo Romano
Pablo Davis Bastida Beristain
Cada semana en 2 distintas fechas del año, en uno de los dos colosos de la Colonia Noche Buena en el DF, se suscita la denominada fiesta nacional en España, claro su versión Mexicanizada, una herencia más que dejo esa conquista y que forma parte de las tradiciones de aquella Nueva Colonia erigida por los colones Españoles.
La fiesta, sí fiesta, llamada así por las miles de personas que a cada semana van a saciar sus más bajas pasiones y a festejar en copas de sangre sus necesidades de poder y arrogancia.
El lugar un miadero enorme, por donde se camine el olor putrefacto y desagradable de la orina de los plebeyos, que por solo una fecha a la semana pueden rodearse y codearse con los emperadores del poder y disfrutar de las fiestas.
Encontramos desde las muletas, boinas y sombreros (característicos de la plebe taurina) hasta las inmensas cabezas de toros disecadas que adornaría perfectamente la sala de cualquiera de los “Señores de Bien” junto con sus otros premios de guerra. Al seguir el camino por afuera de la plaza que en vez de parecer la Monumental Plaza de Toros, parece y está adornada como cualquier vecindad de la Guerrero. Grafiteada, sin rastro de pintura, los muros parecen estar a punto de caer, pero eso no interesa ni a la plebe, ni al estado mayor, lo que ellos quieren es ver plasmada su grandeza heredada por la evolución y demostrar su superioridad atraves de la sangre que se corre.
Por supuesto al ser una fiesta una tradición debemos de encontrar una inmensa gama de color y olor en la gastronomía taurina, para el lugar en el que están la comida es buena, no muy cara y lo mejor cerveza barril, ya que estamos en fiestas carnales y se placeres no puede faltar el elixir de los valientes.
Conforme empieza a caer la tarde todos los amantes de la Cultura Taurina [sí también la llaman Cultura] empieza a acceder al Coliseo para dar comienzo al ritual sagrado de esta cultura. Entonces es donde el Emperador en su representación de Juez da plaza para poder empezar con los juegos. Como en toda la historia la plebe no puede estar cerca de la burguesía, en esencia si pero en presencia no. Los más adinerados, religiosos conservadores, amigos del presidente se colocan apenas metros del ruedo donde el torero dará muestra de su prepotencia y su arrogancia enfrente de una animal que sí pesa 10 veces lo del “humano” pero no razona, ni tiene la inmensa, la grandeza de pensamiento del máximo artista de la cultura taurina.
Comienza el juego y salen los gladiadores que se jugaran la vida, son recibidos como héroes nacionales, como los salvadores de la patria, detrás de ellos salen en caballos los arlequines que sirven para darle el primer golpe sucio al animal.
Después de la gala y la mítica aparición de los toreros, sale del callejón el toro, bestia inmensa que el guardián de la cultura recibe con un movimiento de de sus muleta. El animal se plasma y comienza la burda festividad, aquí de nuevo se muestra esa similitud entre la plebe que grita y corea mentadas de madre hacia el torero y la burguesía que le hace segunda en el ritual de groserías y malas palabras en la plaza. El toro se muestra indiferente, ha él no le importa, solo corre y embiste por su vida, el artista se empieza a desesperar por no poder demostrar su grandeza frente a un animal y aquí viene el primer golpe, hombre en caballo hacen que el toro embista al mítico animal para darle el primer golpe, sigue la lucha entre el gladiador y la bestia y hace que el coliseo empiece el grito de Ole! Ole!! Ole!!!.
Manifestación casi orgásmica para muchos de los asistentes que provocan en el torero una excitación monumental y engrandece su ego, se muestra dominante frente ante la bestia, la cual ya tiene herida mortal y viene el segundo acto en esta representación romana. Es turno del banderillero quien se encargara de poner cruz de espinas al calvario del toro, corre el primero y clava mal ambas banderillas ¡Que pendejo eres! Se escucha cerca, gritos de desprecio. Algo poco burdo y hasta punto naco para esta tradición, cultura como es llamado por los altos mando del “Yunque” que horas antes habían estado en misa besándole los pies al representante católico y ahora gritan consignas de maldición y se llenan la boca con los placeres del vino y con el llamado de guerra: Ole!!!!
Está por terminar el primer capítulo de contienda el animal herido ya en varias zonas, sangrando, cansado y demás circunstancias está a punto de ser clavado a la cruz. El torero sabiéndose triunfador hace presentación de la espada que dará fin a este viacrucis de la bestia.
Lo perfila corre y logra dar en su punto el graderío estalla de locura cuando el acero anuncia el final, el toro ha sido clavado en la cruz. Ambas sociedades tanto la plebe y la burguesía se dan tiempo para agradecer y llegar al orgasmo al ver a toro caer y darle la estocada final. El toro como a Jesucristo es bajado de la cruz y es arrastrado hasta el abismo. Pero no importa esas ansias de poder, de moralidad conservadora, de preservar la cultura, de sangre, de muerte, de sentirse superior, de demostrar quién manda ha sido saciada. Y este acto se repite tal cual 6 o 7 veces. Al final tanto plebe y burguesía se van satisfechos de la plaza, después de que han sido participes de su amor hacia la religión y la representación de el viacrucis de su Dios.
Sencillamente este acto de sentirse superior y de saberse victoriosos frente a todas las razas es una demostración de quien tiene el poder y seguir sintiéndose el más poderoso.